El 17 de noviembre se conmemora el Día Mundial del bebé prematuro, fecha impulsada por la Fundación Europea para el Cuidado de Prematuros (EFCNI) y organizaciones europeas asociadas, para crear conciencia sobre lo que representa tener un niño prematuro, prevenir estos nacimientos y ayudar a los niños y a sus familias para que puedan superar con éxito esta circunstancia. Se eligió el color morado para representar la campaña de concientización e información acerca de la prematuridad y para simbolizar la esperanza de un comienzo saludable para los bebés.
De acuerdo a la OMS, alrededor de 15 millones de bebés nacen antes de tiempo cada año, lo que significa 1 de cada 10. Los bebés prematuros son aquellos que nacen antes de las 37 semanas de gestión, al no desarrollarse completamente dentro del útero materno son más vulnerables que quienes llegan a término y necesitan más ayuda para mantener su temperatura corporal, respirar e incluso alimentarse, todo esto lo aprendí el día que me volví en mamá de una bebé prematura y nunca volví a ser la misma.
Como mamá primeriza, tenía la ilusión de un parto totalmente romantizado, como de película. Soñaba con un día perfecto. En mi mente tenía planeado cada momento, mi salida de casa al hospital, un parto natural y la llegada a casa con mi primer bebé, pero no fue así.
Aprendí que no podía controlar cada detalle de mi vida y de su vida, ya que ella llegó en el momento que lo necesitaba, mi fuente se rompió a las 35 semanas de gestación, algo inesperado que al momento que sucedió me llenó de miedo y angustia, ya que aún no se completaban las semanas de gestación para mi hija.
Aprendí que la maternidad no empieza siempre de la forma más bonita, al llegar al hospital me dijeron que necesitaba una cesárea de urgencia, ya que al estar muy pequeñita podría sufrir alguna fractura si nacía por parto natural, algo que me dejó en shock por unos instantes.
Aprendí que las primeras 24 horas de su vida, eran mucho más importante que cualquier otra cosa. Con 1 kilo y 960 gramos de peso y 43 cms llegó Lu, la vi solo unos minutos antes de que se la llevaran a una incubadora para ponerle oxígeno y tenerla bajo observación.
Aprendí a ser paciente y esperar, ya que no pude verla hasta la tarde del día siguiente, un momento duro. Me sentía impotente porque no podía estar con ella, no sabía cómo estaba, si la estaban atendiendo bien, fueron tantos sentimientos encontrados que me invadieron en ese momento que solo me hacían sentirme culpable porque mi cuerpo no pudo retener a mi bebé hasta el final de la gestación.
Cuando llegó el momento de verla ¡sentí un amor y alegría inmensa! Fue entonces cuando aprendí el verdadero significado del amor. Siendo tan pequeñita, Luciana luchó cada uno de los días que estuvo hospitalizada aferrándose a la vida. Me hizo ver y entender que la forma más grande de expresar el amor era con una caricia, el motor que la hacía seguir adelante.
Mi mente se tranquilizó cuando la neonatóloga que la atendió me ayudó a entender el proceso de recuperación de mi hija, al explicarme que cuando estuviéramos en casa tenía que darle leche materna a libre demanda hasta que alcanzara el peso y la talla ideal.
Al regresar a casa con todos los cuidados recomendados por la neonatóloga, a través de una buena alimentación, las vacunas y las consultas de seguimiento, mi hija logró alcanzar la talla y peso recomendada. Actualmente, mi hija tiene casi tres años, es una niña muy sana y se desarrolla como cualquier otra niña de su edad.
Sí, se pasan por momentos duros, como el día que tuve que salir del hospital y llegar a casa sin mi niña, pero todos los días me repetía y lo sigo repitiendo, un día a la vez.
¡Nunca te rindas! La gran lección de vida que me ha dado mi hija y todos estos pequeños, que aunque son bebés muy frágiles e inocentes son pequeños gigantes, es que te hacen sentir invencible.
Sé que la prematuridad no es algo fácil, pero en mi experiencia, si estás pasando por esta situación, te puedo dar estas pequeñas recomendaciones para que lo puedas sobrellevar:
Que este texto sirva para celebrar la vida de cada uno de ellos.