¿Cómo puedes ser neonatóloga? ¿Qué, acaso no te sientes mal al ver a un bebé grave? ¿Cómo puedes estar ante esa situación y no ponerte a llorar? ¿Cómo sabes que tiene ese bebé si no habla?
Esas y muchas preguntas más me han hecho a lo largo de mis casi diez años de experiencia estando a cargo de la salud de los seres más pequeños e indefensos de este mundo. Y se preguntarán, ¿cómo es que puedo hacerlo? La respuesta es: empatía saludable. ¿Qué significa esto? El psicólogo Rafael Guerrero explica: “Es lograr un punto medio, es decir, ni la ausencia de empatía ni la identificación total con las emociones de los otros, lo cual nos permite entender cómo se sienten y saber qué necesitan los demás pero, a la vez, alejarnos lo suficiente de ellos como para poder ayudarles desde la calma, la tranquilidad y la objetividad”. Practicar día a día esta habilidad que tenemos predispuesta genéticamente, me ha permitido ayudar de manera sana y equilibrada a los pacientes y a todos aquellos que son parte de su entorno (papás, abuelos, hermanos, etc) y entenderlos de una forma que ni yo me llegué a imaginar.
La práctica y la constante actualización académica me han llevado a desarrollar un sexto sentido que sale a flote al estar frente a ellos, en el ámbito médico le llamamos “ojo clínico”, otros más le podrían llamar “sentido arácnido”, el cual se va agudizando con el paso de los años y me ayuda a brindar la mejor atención en cada caso y en ocasiones incluso ver con anticipación los problemas que pueden presentarse, permitiéndome así actuar de manera oportuna.
Como sociedad debemos tener en mente que estos seres humanos que nacen día con día no toman la decisión de estar en este mundo y mucho menos deciden llegar de manera prematura y enfrentarse a todas las potenciales complicaciones que conlleva su propia condición. Afortunadamente la tecnología avanza y permite que recién nacidos cada vez más pequeñitos tengan una mayor oportunidad de sobrevivir, lamentablemente no todos tendrán una buena calidad de vida; algunos de ellos tendrán la fortuna de tener una gran familia y buenas redes de apoyo, pero muchos más no tendrán esta suerte.
La información médica disponible para el manejo de nuestros complejos pacientes avanza a pasos agigantados y cada vez tenemos más acceso a ella de manera casi inmediata, desafortunadamente no siempre tenemos la infraestructura ni equipo médico especializado necesario para darles una atención ideal a ellos y a sus familias; es por eso que como estrategia de salud pública, la Organización Mundial de la Salud conmemora cada 17 de Noviembre el Día Mundial del Niño Prematuro. Este año el lema es: “El abrazo de una familia, una terapia poderosa”.
Recibir atención y cuidado es un derecho de nuestros pequeños pacientes, en este día lo que se pretende es dar mayor visibilidad a esta problemática, concientizar a todos los que estamos involucrados sobre las necesidades y derechos de estos bebés prematuros y de sus familias, sensibilizar sobre la importancia de la experiencia y el cuidado de calidad desde el sistema de salud y así avanzar en políticas que garanticen su mejor atención.
Créanme que pasan muchas cosas por la mente de un pediatra y/o neonatólogo cuando va a recibir a un bebé prematuro, lo principal: que este paciente permanezca poco tiempo hospitalizado y que vaya a casa con su familia lo más pronto posible y con el mejor estado de salud.
Tengo la fortuna de poder hacer cosas grandes con seres tan pequeñitos, quisiera siempre que todo fuera perfecto y que ninguno sufriera, pero estoy consciente de que no siempre puede ser así. Continuaré trabajando para y por ellos, porque si llegaron a este mundo debemos intentar con todas nuestras fuerzas brindarles la oportunidad de vivir su vida a plenitud y desarrollar su potencial al máximo para ser personas independientes.
A los papás y familiares de los prematuros que ya están aquí y los de aquellos que aún no nacen, les aconsejaría que practiquen la empatía saludable, antes y después del nacimiento de ese ser especial, denles comprensión, apoyo y compañía, de esta forma evitarán el pasar por el extremo sufrimiento y se convertirán en una red de apoyo fuerte y estable desde el mero inicio de sus vidas; enséñenles a ellos a desarrollar también esta capacidad y con ello lograrán ser grandes aunque hayan nacido muy pequeños.
A mis compañeros “doctores de bebés” quiero recordarles que el éxito no solo se trata de lograr nuestros objetivos médicos, sino también de utilizar nuestras habilidades y fortalezas y trabajar en equipo para hacer lo mejor para el mundo, que nuestros logros como médicos se vean reflejados en el entorno y que beneficien a todos, especialmente a nuestros pequeños pacientes.
Y finalmente para ti mi paciente prematuro: gracias por permitirme estar en tu camino, nunca dudes de tu potencial porque yo no lo haré, ¡eres grande!